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La Familia
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Recibir un diagnóstico de cáncer sin dudas marca un antes y un después en la vida de una persona y también en la de todos los que la rodean.  Atravesar las etapas que forman parte de los tratamientos, con los cambios que pueden producir tanto en el aspecto físico como espiritual y anímico, puede ser abrumadores no sólo para quien los conlleva sino también para los seres queridos que acompañan la vida cotidiana.  

La familia y las personas cercanas cumplen un rol de apoyo y contención fundamental para poder atravesar de la mejor manera las situaciones difíciles. Ponen en funcionamiento una “red” afectiva que funciona como pilar y sostén, ayudan a sobrellevar los efectos colaterales e impactos emocionales de una enfermedad que produce cambios radicales sin esperarlos.  

La cotidianeidad se modifica y así la forma en que transcurren los días. En ese devenir, la familia asume roles de apoyo y contención; desde el acompañamiento ante los impactos emocionales negativos del tratamiento, compañía en consultas médicas y sesiones de quimioterapia, gestión de trámites administrativos, tareas domésticas y/o laborales; o simplemente desde la escucha empática y colaboración en la adaptación a esta nueva situación de vida.   

Para poder afrontar estos cambios y atravesarlos de la mejor manera en primera instancia cada paciente tiene que habilitar ese espacio de ayuda, permitirse recibir y no asumirlo como síntoma de debilidad. Entender que muchas veces hace falta más valentía para recibir que para dar, y que sin esa red de apoyo, el agotamiento, angustia y frustración por no poder llevar adelante en forma individual las cuestiones cotidianas impactará negativamente en el estado de ánimo, y en definitiva hará que el tratamiento no avance y no obtenga los resultados esperados.   

Ese aprender a recibir implica también enfocarse en la conexión con un otro que elije acompañar, y no en el costado vulnerable tendiendo a la victimización individual por esa situación de enfermedad. Es conveniente alejarse de ese enfoque, no concentrarse en preguntas sin respuestas como ¿por qué sucede esto? y cambiar el encuadre para lograr descifrar qué hay para aprender de esta situación inesperada, que seguramente habilitará un espacio de aprendizaje y autoconocimiento positivo.   

En este sentido, la enfermedad habilitó nuevos espacios y roles en la dinámica familiar. No solo para quien la atraviesa sino también para los seres queridos que tienen que encontrarse y dar forma a sus sentimientos frente esa nueva normalidad. Entender ese proceso de cambio fortalece los vínculos y permite un involucramiento más completo. 

Se pueden retroalimentar las emociones donde no solo el paciente encuentra un espacio de catarsis sino también quienes comparten el día a día están habilitados a expresar lo que sienten. De esta manera, se despejan las posibles tensiones y se puede crear un clima y convivencia más amorosa y llevadera.  

Asimismo, para lograr un apoyo positivo frente a la enfermedad hay que tener en cuenta tres aspectos:  

Pedir ayuda y habilitar la recepción: el primer paso es entender que la enfermedad impuso cambios en la vida cotidiana. Esto es clave para aceptar que hay tareas que van a tener que ser delegadas, al menos por un tiempo o por los momentos donde los efectos colaterales del tratamiento incidan en su desempeño. Por ejemplo, aceptar ayuda de un familiar o amigo en las tareas laborales, domésticas, de cuidado o trámites administrativos potencia la energía diaria quitándole el peso negativo que pueden tener las responsabilidades cotidianas.  

Reconocer el valor de la ayuda: en una batalla, se necesita al batallón. En la pelea contra una enfermedad no sólo se necesita al paciente, sino también al apoyo de quienes lo rodean. Entender esa lucha en sinergia, fortalece el estado anímico y colabora en la pronta recuperación.  

Habilitar la confianza: confiar en sí mismo y en los otros permitirá disminuir el peso de las responsabilidades cotidianas. Asimismo, contar con una o dos personas de confianza, quienes oficien de portavoz de novedades en torno al tratamiento y los avances, puede ser útil cuando se elija no hablar del tema, y permitirá que otros puedan estar al tanto del día a día a pesar de las ganas del paciente de compartir o no esa información.  

Poder habilitar esos espacios de confianza y conversación plena con los seres queridos que transitan la vida cotidiana con el paciente puede resultar una experiencia amorosa y sumamente sanadora. También es clave contar con un psicólogo que pueda encuadrar las inquietudes, consultas y emociones para obtener, siempre que sea posible, una respuesta desde la experiencia que da la casuística y la formación; y colaborar con el tratamiento en forma integral y el bienestar general.  

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Referencias

- Lic. Jorge M. Pegoraro (M.P. 93352) 

- El mundo amarillo, de Albert espinosa

 

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