Entre las condiciones psiquiátricas contemporáneas más frecuentes figuran la depresión y la ansiedad. Cada vez más pacientes acuden a la meditación como terapia complementaria para tratar su condición.
En primer lugar hay que preguntarse: ¿qué entendemos, concretamente, por meditación? No hay consenso respecto a una definición, pero en general se coincide en que se trata de un tipo de entrenamiento mental que requiere calmar la mente, con el objetivo de alcanzar un estado de atención plena.
Para meditar es fundamental liberarse de pensamientos sobre el pasado o futuro y aspirar a estar en el aquí y el ahora. Además, se nos invita a vernos a nosotros mismos sin ejercer juicios de valor.
Distintos estudios comprueban la efectividad de meditar en el dolor crónico, depresiones, el estrés en general y en trastornos de ansiedad, así como en algunas condiciones médicas (cáncer, epilepsia resistente, psoriasis y VIH, etcétera). La premisa es que, al cambiar y descansar nuestra mente, se puede mejorar el estado de nuestra salud en general. Además, meditar cuenta con otros beneficios: ayuda a mejorar la memoria y la concentración, fomenta la creatividad, la sensación de bienestar a nivel corporal y los pensamientos positivos.
Desde ya, para ver efectos se requiere constancia, y meditar es un proceso de aprendizaje; pero la buena noticia es que con diez minutos diarios se pueden generar cambios positivos. ¿Otra buena nueva? Se considera que los efectos de la meditación pueden durar seis meses o más. Asimismo, las recaídas de las personas que reciben tratamiento mediante meditación son considerablemente menores que las de quienes no han acudido a esta práctica.
En conclusión, la meditación es un tratamiento efectivo para un número de condiciones psicológicas, especialmente aquellas ligadas a la ansiedad, el estrés y la depresión.